jueves, 24 de septiembre de 2009

Conglomeración




Martes 15 de septiembre, Plaza de la Constitución
22:00hrs.


En el marco de la Celebración del 199 aniversario de la Independencia de México, las personas congregadas en la Plaza de la Constitución presenciaron un inusual pero maravilloso espectáculo de luz y sonido proyectado sobre Palacio Nacional. Fue tal la calidad del show multimedia y causó tal impacto, que las autoridades federales decidieron repetirlo las noches del 17 al 19 del mes en curso. Serían tres funciones diarias para que nadie se lo perdiera.


Sábado 19 de septiembre

Parecía una buena idea asistir esa noche a la Plaza de la Constitución. A diferencia del jueves y el viernes, el cielo azul no presagiaba indicios de que alguna lluvia pudiera hacer acto de presencia. Tan buenos comentarios había generado el dichoso espectáculo, que finalmente decidí ir a la función de las 20:30hrs (las otras dos serían a las 21:30 y 22:30), así tendría tiempo de llegar a casa para ver el segundo tiempo del partido del Atlante y la pelea de box de Juan Manuel Márquez.

Unos diez minutos antes de las ocho, estacioné el auto en una calle cercana a la estación del metro Viaducto. Acompañado por Tania, llegamos hasta el andén y hay nos llevamos la primera sorpresa: el andén estaba lleno. Si tomamos en cuenta que era sábado y que un día antes una balacera había tenido lugar en otra estación del metro, aquella ocupación resultaba anormal. No fue nada difícil descubrir que todos nos dirigíamos al Centro Histórico. Llegó el primer metro… como casi nadie bajó de los vehículos, casi nadie subió. El mismo evento se repitió con cada metro que llegaba, mientras cada vez más personas se iban juntando en el andén. Tania sugirió que tomáramos el siguiente metro dirección inversa, así tendríamos más oportunidad de encontrar lugar. Así fue. Al poco tiempo ya íbamos a bordo de un vagón (a reventar) y en dirección de nuestro destino final.

Si la conglomeración en el vagón nos pareció demasiado, el verdadero infierno apenas estaba por empezar. Por logística, las estaciones ‘Zócalo’ y ‘Allende’ estaban cerradas. Para llegar hasta el evento todos (repito, todos) los tripulantes descendimos en ‘Pino Suárez’. El andén de dicha estación se encontraba lleno. Los usuarios apenas comenzaban a avanzar, cuando un nuevo tren llegó con cientos de personas que volvían a saturar el andén. Como pudimos salimos y aliviados respiramos el aire fresco de la noche. Entonces vimos los mares de gente avanzando hacia el Zócalo capitalino. Eran las 20:20, faltaban diez minutos para que iniciara el espectáculo.

Caminando por una de las calles las cosas empezaron a ponerse feas. El ambiente colorido y festivo (muchos niños portaban unas especies de diademas con lucecitas que en cada esquina vendían los vendedores ambulantes) fue tornándose incomodo cuando al caminar el espacio entre los transeúntes se fue reduciendo. Al principio pensamos que, dada la cercanía del lugar y la hora, aquella conglomeración era normal. Diez minutos después, el cielo comenzó a proyectar varias luces. El show acababa de comenzar y nosotros apenas habíamos avanzado unos cuantos metros. Las bromas sobre la cantidad de gente dejaban de ser graciosas cuando a ratos algunos empujones en busca de espacio terminaban provocando un efecto domino humano. Gente contracorriente intentaba abrirse paso justo en sentido contrario al que seguíamos. Ese mismo flujo contrario me arrastró unos metros. Al recuperar mi rumbo original apenas alcancé a distinguir a lo lejos y entre un mas de cabezas a Tanía. Intenté alcanzarla. La perdí de vista. Iniciaba el caos.

Se volvía difícil seguir, también regresar o moverse hacía algún lado. Algunos niños comenzaban a llorar. Algunas mujeres gritaban desesperadas. Buscando a Tanía me paré de puntas y el espectáculo de dio terror: la calle era un hervidero de gente, un hormiguero compactado hasta niveles imposibles que de un momento a otro tendría que colapsar. Un mar de personas cuya prioridad era salir cuanto antes de ese ambiente viciado. Intentaba guardar la calma cuando en mi celular recibí la primera de muchas llamadas de Tania. Había logrado llegar a una de las orillas del tumulto y no se encontraba tan inmóvil como yo. No pudo ni pude darle referencias, siempre es así cuando los puntos de encuentro se han visto cubiertos por una masa humana en contracción. Intenté Twittear. Después le avisé a mi hermana que suspendiera su plan de ir de fiesta con sus amigas al Centro Histórico.

A lo lejos las luces del espectáculo pasaban desapercibidas. Ya no eran importantes ni urgentes como el concentrarse para no ahogarse en la marea. En este punto fue donde perdí la conciencia del tiempo. Ignoro cuanto tiempo estuve atrapado entre miles que como yo, aquella noche tuvieron el mismo desafortunado plan. Recuerdo recibir una llamada de Tania avisándome que, gracias a Dios, había logrado llegar con bien a la estación Pino Suarez del metro. A lo lejos se oían ambulancias que seguramente intentaban ingresar al corazón del conflicto sin éxito alguno. Un par de desmayados. Niños desesperados. Gente pisoteada… Y ni un policía. Ni un agente de protección civil o autoridad que pusiera orden, que hiciera el mínimo intento de que la inminente desgracia se hiciera presente.



Eran las 9. La primera función del espectáculo de luces terminaba y todas las personas que se encontraban congregadas intentaban salir por las calles de alrededor, aquellas que ya eran un caos. Los que iban llegando, los que querían salir, los que habíamos perdido a alguien, de pronto entendimos que nuestra vida estaba en riesgo. Tuvo que ocurrir lo de siempre en mi México lindo y querido, fue el pueblo y no las autoridades que brillaron por su ausencia, el que como pudo se fue organizando. Pasando la voz de que lo mejor era desalojar el lugar pues ya no había lugar, sincronizándose para ir dejando pasar a niños y mujeres. Sin esa conciencia y participación de la mayoría, hoy estaríamos hablando de una desgracia. Poco a poco se fueron liberando los espacios. Ya podía estirar los brazos.

Cansado llegué hasta la estación del metro e ingrese. De pronto Tanía me tocó la espalda. Estaba bien y eso era suficiente. El regreso en comparación de la ida fue un viaje en primera clase. Cerca de las 11 llegué a casa. Ya no vi el juego del Atlante. Tres horas después llegó mi hermana. Ella, por medio de un operativo mal montado y de última hora, fue desviada por infinidad de calles al llegar a la zona donde se encontraba la multitud. Al otro día los periódicos daban cuenta de lo ocurrido señalando la irresponsabilidad de las autoridades al verse rebasadas en todos sentidos por los asistentes. Se hablaba de más de medio millón de personas en el primer cuadro de la capital mexicana. La cifra para nada se me hace exagerada. Leyendo supe que todas las calles de la zona colapsaron, que fue un radio de varios kilómetros el afectado y que salvo gente con golpes o crisis nerviosas no había pasado nada.

Estos días me he ido enterando que algunos familiares, conocidos, amigos y hasta el padre de la iglesia asistieron ese día a ver el show de luces. La mayoría, como yo, no vio nada y sí sufrió el pánico de ser aplastados por una turba ciudadana. He oído tantas historias en torno a la noche del pasado sábado, que por eso decido contarla. Si hubiera habido muertos ahora el gobierno federal hubiera culpado al capitalino y viceversa. Nunca podemos ver más allá de nuestros intereses y ese ha sido siempre el problema.

Dicen que el espectáculo de luces fue una maravilla. Lástima que alrededor de él casi todo fue un infierno.

4 comentarios:

Tulius Ciceron dijo...

que te diré

es mexico!
asi es esto... como buenos mexicanos -los politicos- hacen las cosas a medias... muy bonito expectaculo, pero una pesimisimisima organizacion de logistica, ni una entrada ni una salida, ni puntos de rescate y primeros auxilios ni nada...

pero bueno, afortunadamente no paso nada grave como tu lo mencionas, -y eso que era el zocalo- que si hubiera sido algun lugar cerrado tendriamos un lobombo 2

nimodo a disfrutar de lo que se pueda
xD

gabriel revelo dijo...

maverick: eso sí... por lo pronto creo que no me pararé ni por error el otro año en los festejos del Bicentenario. saludos!

drneon dijo...

bueno, pues no es consuelo pero ya somos dos los que intentamos ir con nuestra chica al show y padecimos el gentío sin lograr llegar al zócalo.

Intentamos ir el viernes saliendo del trabajo pero no logramos ni siquiera estacionarnos, por lo que al día siguiente, el sábado, intentamos llegar al zócalo vía terrestre desde las 7 pero a lo más que llegamos fue al costado de la catedral.

Ahí comenzeo el verdadero infierno, gente empujando para salir y otros para entrar y algunos mas luchando para no perder el equilibrio... también nos dimos cuenta de que corríamos peligro y decidimos huir junto con los cientos de personas que salieron comentando la mala organización y la pena de sufrir tantas penurías sin siquiera ver el show.

Fue una verdadera estupidez limitar el espectáculo a tres noches y mucho más el hacer promoción telefónica, pues a la casa de mi novia llego una grabación telefónica invitando a la función.

Un saludo, somos compañeros del mismo dolor.

gabriel revelo dijo...

drneón. gracias compañero del mismo dolor... aun así, por lo que leí, el sábado estuvo un poco peor. una lástima,lo bueno es que no nos pasó nada... ¡saludos!