martes, 10 de mayo de 2011

Coatepec


Algo tienen los llamados Pueblos Mágicos de éste país que me encandila. Una extraña atracción se apodera de mi cada que visito alguno de estos destinos elegidos por la Secretaria de Turismo, en los que tradición, arquitectura y cultura hacen que la denominación “Pueblo Mágico”, sea una garantía para los viajeros. Taxco, Real del Monte, Tepoztlán, Dolores Hidalgo, Pátzcuaro o Cuitzeo son algunos de estos poblados que he tenido la oportunidad de conocer.

En está ocasión llegó el turno de Coatepec. Lugar ubicado en el estado de Veracruz, y hacia el cual me dirigí una mañana sin mucha idea de cómo llegar, o qué esperar. Viajes así no se planean mucho, pero por consiguiente se disfrutan como pocos. Un trayecto de aproximadamente 4 horas separa a la Ciudad de México de Coatepec. La ruta no es tan compleja. Se va rumbo a Puebla, y de ahí se toma la carretera hacia Perote y Xalapa. Un camino con amigables paisajes nos acompaña antes de nuestro destino final, que tiene una parada obligada: la capital veracruzana.

La primera, y única ocasión que éste bloguero estuvo en Xalapa, fue en 1999. Doce años después me encontré con una ciudad muy diferente. Mucho más grande, limpia y con lugares realmente apacibles. Unas horas en su zócalo son suficientes para recargar baterías y entusiasmar al corazón. Infaltable es acudir a la catedral xalapense y visitar a Rafael Guízar y Valencia, obispo canonizado en el 2006. Seguir adelante y llegar a Coatepec, o quedarse más tiempo en Xalapa es el dilema de quienes decidimos seguir esta ruta. Tras tomar la decisión de seguir el plan original, se deja Xalapa con la certeza de querer regresar lo antes posible, y escribir más y más sobre ella.




Coatepec está a unos 7 kilómetros de Xalapa. Éste poblado está enmarcado por un bosque tropical que hace el breve trayecto entretenido y agradable. Al llegar, el encanto va descubriéndose poco a poco, las calles, iglesias y casas van adquiriendo ese toquecito que sólo los Pueblos Mágicos tienen. Lo más recomendable es dejar el auto en algún estacionamiento en la zona centro y caminar, dejar que sea el propio lugar el que nos vaya contando su propia historia. De golpe, lo primero que percibió mi mirada fue la Parroquía de San Jerónimo, un agasajo visual que nos invita a recorrer su patio y el interior del templo.




Después las sorpresas van sucediéndose una a otra, comenzando por ese delicioso aroma a café, impregnado en todos los rincones de Coatepec, una de las principales entidades cafetaleras del país. Quizá, su rincón más emblemático sea el Parque Hidalgo y su kiosco central, donde el encanto de un parque provinciano, sus arboledas y ubicación lo convierte en el punto medular de la vida coatepense. Es aquí donde el viajero puede abordar “El Piojito” (bus turístico que debe su nombre al primer tren que llegó a Coatepec) y descubrir la historia de los lugares más representativos del lugar. Así uno se entera que Coatepec quiere decir “Cerro de las Culebras”, debido a la proliferación de estos reptiles en los cerros aledaños, o la historia de como a principios del siglo XIX se trajeron semillas de cafeto arábigo, las cuales fueron plantadas en estos fértiles suelos, comenzando así la producción que a la larga le darían al café de Coatepec el título del mejor y con más calidad de México.







El resto depende de uno y su espíritu aventurero. Coatepec ofrece tantas posibilidades en sí mismo que resultaría un tanto ocioso describirlo. El chiste es meterse en sus museos, recorrer las inmensas casonas estilo andaluz que abundan en cada calle, que en su interior guardan portentosos jardines, y que en no pocas ocasiones han sido empleadas como locaciones de películas. Pasito a pasito sentirse invadido de tranquilidad en sus bellas calles y toparse con sus coloridas iglesias de distintos estilos arquitectónicos. Por si le faltara más belleza, Coatepec es adornado por sus invernaderos y viveros, en donde resalta la abundancia de orquídeas y plantas exóticas.

Cuando horas después se abandona Coatepec, la despedida no es menos mágica con el Pico de Orizaba como silencioso gigante al fondo del paisaje. El olor a café se extraña desde los primeros instantes en los que se parte hacia nuevas rutas, hacia nuevas aventuras.

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