domingo, 22 de mayo de 2011

Poza Reyna



Más allá de sus brujos, lagunas o playas cercanas, en rumbos poco conocidos hasta por los lugareños, la región de los Tuxtlas, en el estado de Veracruz, tiene uno de sus secretos mejor guardados: Poza Reyna.

La primera vez que fui debió haber sido por ahí de 1997. Fue en uno de los múltiples viajes, que año con año realizo con mi familia a Catemaco, cuando el velador del sitio en el que siempre nos hospedamos, le platicó a mi papá sobre Poza Reyna. 'Olvídese de cualquier otro sitio que haya conocido por aquí, cuando conozca Poza Reyna verá que nada se le compara, es otra cosa', nos dijo aquel hombre. Después de preguntar la manera de llegar, mi papá no aguantó su curiosidad y terminamos yendo en busca de la dichosa Poza. Aquel velador tenía razón, Poza Reyna era un auténtico paraíso, uno de los lugares más hermosos en los que he estado en toda mi vida.

Pasó el tiempo. Nunca más volvimos. Mi papá y otros integrantes valiosos de la familia partieron de nuestras vidas. Sin embargo, aun a 14 años de distancia, Poza Reyna seguía siendo una obsesión para mí y otros de mis familiares que la habíamos visitado en el pasado. Por eso, en abril de éste año decidimos volver. Sin una idea muy clara de la ruta a tomar, quisimos aventurarnos de nuevo e ir en busca de nuestra Poza Reyna, aquella que ya una vez nos había maravillado y a la que por supuesto, no podíamos olvidar.

Aunque esa vez fuimos en dos camionetas, ahora fue sólo en una. Salimos de Catemaco, bordeando por carretera su inmensa laguna y tomamos el camino hacia Nanciyaga. Pasamos dicha reserva natural y también la fábrica de refrescos Coyame. Más adelante, la carretera de asfalto llega a su fin y comienza el camino de terracería. Hay comienza verdaderamente la aventura. Siguiendo un angosto camino en el que encontrar más autos o personas es cada vez más difícil. Se va en medio de la inmensidad de cerros. Atravesando pequeños riachuelos, pasando a lado de hectáreas con animales de ganado que en silencio nos miran pasar. Nuestra memoria comienza a jugarnos una mala pasada. De pronto ya no recordamos si aquel era el camino que seguimos la vez pasada. Cada que atravesamos algún arco o puerta, la sensación de ser invasores en propiedad privada se apodera de nosotros.


De pronto, un anuncio oxidado nos informa que hemos llegado. Giramos a la derecha y somos recibidos por un hombre que nos informa que el acceso nos costará 30 pesos por persona. Paradójicamente, años atrás sólo le dimos unos refrescos al vigilante de aquel terreno. Ahora, hasta nos dieron unos volantes impresos. “Es por ser semana santa, en cualquier otra época los hubiéramos dejado entrar gratis. Pero bueno, son ordenes del patrón”, nos comentó aquel encargado, y de paso nos advirtió “son tres pozas, ustedes sólo pueden estar en las primeras dos, porque la que tiene la cascada es de otro dueño”. Dejamos la camioneta en una explanada. A diferencia de la última vez, ahora había más vehículos además del nuestro. Caminamos unos metros por un camino rocoso y lleno de vegetación, y ahí estaba. Imponente, la primera poza rodeada de un paisaje selvático. Su agua azul intenso y la paz que su movimiento regala. Aquel hermoso deposito natural de agua sigue su camino corriente abajo, y a la vez, es abastecido por una poza de menor tamaño, ubicada metros arriba. De ahí se distingue la tercera y más espectacular, a la que por desgracia en está ocasión no pudimos acercarnos, a pesar de que en nuestra primera visita si lo hicimos.

Imágenes de la primera poza:



Imágenes de la segunda poza:





Tercera poza:









Tomar una bebida refrescante en la selva tropical teniendo un escenario tan soberbio de testigo no tiene comparación. Aquel sábado de gloria lo pasamos ahí. Nadando en la profundidad de la primera poza. Aquella agua helada era ideal para el caluroso clima que nos sofocaba. Ver como un lugareño saltaba desde una roca a una altura de dos metros, querer imitarlo, darse cuenta que aquel acto temerario era peligroso si no se caía alejado de algunas rocas del fondo. Tardarse una hora en tomar el valor para arrojarse y repetir la operación otras tres veces. Jugar a ser Rambo, Indiana Jones, Tarzán. Todo cabe en un escenario así. Soy animal de ciudad, para mí, lugares así, sólo en películas.

En algún momento, otra turista comentó que había visto un pez amarillo de gran tamaño en el fondo, e incluso, algo que parecía un cocodrilo. Nunca vimos nada. De cualquier forma, no dudo que entre toda esa naturaleza, o debajo de esa poza azul haya aun animales salvajes. Si en esta ocasión quedé con la boca abierta por la belleza de Poza Reyna, imaginen lo que fue 14 años atrás, cuando aquella tierra, y aquellas pozas eran vírgenes.

Dejamos Poza Reyna antes del atardecer. Felices por volver a tener la oportunidad de estar en uno de esos paraísos terrenales que aún le quedan a éste mundo.



5 comentarios:

Lopez dijo...

Excelente narración, soy de Catemaco y me encanta Poza Reyna. Saludos

gabriel revelo dijo...

López: Gracias por tu visita. Qué padre que vivas por allá. Catemaco es como mi segundo hogar. ¡Saludos!

Anónimo dijo...

disfruta cada momento de tu vida y permite a los demás que se deleiten con esos bellos lugares.

Anónimo dijo...

hola si catemaco es un lugar hermoso pero una preguntota tu q ya konocs poza reyna... se podra entrar con autobus?? y aproximadamente cuanto tiempo de selava se recorre para llgar a la poza??? please m urge tener esa info grax..

gabriel revelo dijo...

Para quien pregunta... no entendí bien si me preguntas si hay autobuses que lleguen hasta allá o si puedes acceder al lugar en autobús. Bueno, no hay autobuses que lleguen hasta allá, pero si llevas el autobús si puedes acceder sin problema. El recorrido de Catemaco a Poza Reyna es más o menos de una hora. En este mail seguro te aclaran tus dudas: pozareyna@hotmail.com

Saludos!