martes, 19 de julio de 2011

Corresponsalía de guerra, en el paraíso



Nuevamente éste blog se vuelve viajero. Escribo estas palabras desde el cuarto de un hotel en pleno Acapulco. Si llego a encontrar una red inalámbrica abierta, subiré esta entrada éste mismo lunes. Si no, mañana por la mañana tendré que ir al Starbucks más cercano y desde ahí publicarla. Lo haría desde la BlackBerry, pero temo que el resultado no sería el mismo, y para qué negarlo, tratándose de mi blog soy muy estricto. En fin, tecnicismos sin importancia.

Pues acá estoy. Después de tres horas en la carretera en la que me llovió fuertísimo llegué a un soleado y reverdecido Acapulco. Como cada año, apenas llego a estas tierras me siento como en casa. Conozco cada esquina de esta ciudad como la palma de mi mano y aun así, en cierto momento me llegué a sentir dudas sobre venir o no hacerlo. Para nadie es una novedad lo mucho que durante los últimos meses se ha dicho sobre la inseguridad en éste puerto del Pacífico mexicano. Noticias de balaceras, decapitados, ejecuciones y secuestros ya no sólo en los cerros contiguos, sino también en la misma zona turística (tanto en la Condesa como en el corredor Diamante). Acapulco, por desgracia, ya no es tan atractivo para el turismo nacional, ni que decirlo del extranjero. Bajo todo ese halo de peligrosidad rodeando la imagen de esta bahía, me aventuré a venir. Por necio, aventurero, o por no querer perderle la fe a éste destino turístico es que estoy aquí.

Y no. No he visto sangre. Ni una cabeza cortada o algún cuerpo colgado en la carretera del Sol. Mucho menos me he topado con gente temerosa o replegada en sus casas. Todo lo contrario, gracias a las lluvias de los últimos días, me he topado con una vegetación más exuberante de lo normal, un clima maravilloso y el reconfortante mar peinando el horizonte. Llevó más de doce horas en Acapulco y el desencanto aun no viene a presentarse. Decidí traer mi laptop para poder postear sobre mí viaje, sospechoso de que quizá el narco y las bandas delictivas del lugar, harían que estuviera replegado la mayor parte del día en las instalaciones del hotel. Y pasa lo contrario. A lo lejos, el sol me invita a salir y comprobar que en realidad las cosas no están mal. Acapulco tendrá sus problemas, sí, pero no está sumido en la paranoia y el terror. Pensé que éste bloguero se convertiría en una especie de corresponsal de guerra, y con agrado veo que hablaré de todo, menos de balaceados. Éste año no será. Al menos a mí, Acapulco me ha recibido con los brazos abiertos. Si quiero escribir sobre violencia, tendrá que ser en otro lugar: Bosnia, Irák, Libia… y eso quién sabe, ya ven que eso de los estereotipos no es bueno.

Hablo (y escribo) bien sobre Acapulco porque es lo que quiero. Porque me duele no ver tanta gente en la calle como en ocasiones anteriores, a pesar de ser temporada vacacional. Tengo muchos recuerdos y apegos a esta bella bahía, que ni en sus peores momentos deja de tener esa costumbre tan suya de deslumbrarme. Vamos, ya se habrán dado cuenta que llevo toda mi vida enamorado de la que para mí, sigue siendo la Bahía más hermosa del mundo. Y que alguien me pruebe lo contrario.

Discúlpame Acapulco, no debí desconfiar de ti, hasta ahora no me has dado motivos. Dejo el casco de guerra en el cuarto y me llevo mis lentes. Seguiré aquí un par de días más, documentando lo que veo, y con lo que me encuentro, en éste paraíso.

Martes 19 de julio de 2011
Acapulco, Guerrero.

2 comentarios:

XND dijo...

Envidiaaaaaaaaa!

pásaa bonito Gabo.

gabriel revelo dijo...

Gracias amigo, un saludo desde acá.