jueves, 8 de septiembre de 2011

Abril Rojo, y vuelve mi angustia



Aunque la leí hace cinco años, nunca les hablé de ‘Abril Rojo’, novela que le valió a Santiago Roncagliolo, escritor peruano, el Premio Alfaguara de Novela 2006. La historia es fascinante y hasta cierto punto aterradora. Está basada en los sangrientos asesinatos que tuvieron lugar durante la semana santa del año 2000 en Ayacucho, Perú. Narrado a modo de diario, con algunos delirios intercalados, la novela es protagonizada por el fiscal Félix Chacaltana (que nunca ha hecho nada malo, ni bueno, ni nada que esté fuera de los códigos civiles), y sus desesperados intentos por resolver el enigma detrás de estos crímenes. Así, Roncagliolo recrea perfectamente el terror sembrado por el grupo terrorista ‘Sendero Luminoso’ en aquel país andino, por medio de una magistral narrativa llena de ritmo, terror psicológico, miedo e intensidad.

Ayacucho, en quechua, significa ‘Ciudad de los Muertos’. Gracias a esta novela, mi interés por la historia peruana y todo lo referente a Sendero Luminoso creció considerablemente. Dicen que leer es viajar. Con ‘Abril Rojo’ pude internarme en las tradiciones ayacuchanas de la semana santa, que dicen, son únicas en el mundo. Conocí la corrupción en las esferas militares, policíacas y políticas de un país que en los ochentas, sufrió uno de los mayores baños de sangre en Latinoamérica gracias al terrorismo. Me adentré en las ideologías y creencias de los senderistas, algunos de los cuales ahora purgan cadenas perpetuas. Aprendí mitos y tradiciones incas, pero sobre todo supe cómo vive la gente de ese país, al que ahora tengo unas ganas locas de visitar.

Al final la trama se va enredando. Como buen Thriller, uno termina sospechando de todo y de todos los personajes, y no quiere dejar de leer para saber qué sigue. Los asesinatos aumentan, los personajes enigmáticos y circunstancias se suceden una a otra. Por eso escribí estas líneas, para recomendarles esta maravillosa novela, y agradecerle de alguna u otra forma a su autor el maravilloso mes que pasé leyendo su historia.

Leí ‘Abril Rojo’ en 2006. Año electoral en un México que poco imaginaba verse inmerso en una guerra despiadada contra el crimen organizado. En ese entonces los terroríficos sucesos de la trama de la novela de Roncagliolo si bien me inquietaban, me parecían lejanos. Hoy tristemente resultan familiares y hasta cierto punto paralelos a la realidad mexicana. Por fortuna, la literatura también sirve para sentirse acompañado en los problemas y curarse los miedos.

Cuando termino de leer una buena novela como ‘Abril Rojo’, y la recuerdo tiempo después, vuelve mi angustia de siempre. No puedo evitar pensar que tal vez devorar libro tras libro no es tan bueno, pues en mi cerebro cada vez se van almacenando más y más historias, nombres, paisajes, situaciones y escenas que si bien guardo como tesoros, cada vez se me hace más difícil tenerlas frescas en mi pensamiento. Al menos no del modo como quisiera. A veces recapitulo e intento recordar la trama o algún nombre, y me doy cuenta que el tiempo comienza a hacer estragos.

A veces me gustaría ser una máquina para guardar datos sin temor a perder información alguna. Pero si fuera así, dudo que disfrutara tanto la literatura. Quisiera detenerme un año, decir alto y releer mis libros favoritos. Tampoco podría, sería perder tiempo y nuevas historias que esperan por mí. Quién fuera inmortal, para poder leer todas las novelas que valen la pena. Lamentablemente moriré sin leer todo lo que quiero.

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