domingo, 13 de noviembre de 2011

Blake Mora: Mi versión ficticia de los hechos


Sé qué en estos casos lo aconsejable es no especular. En nada contribuiré soltando al aire conjeturas en las que carezco de toda certeza. Por eso prefiero hacerlo a modo de ficción, como si todo fuera un cuento cuyo final, por desgracia, es más real de lo que todos quisiéramos.

Viernes 11 de noviembre del 2011. Cerca de las 9 de la mañana el helicóptero en donde viaja el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, sin explicación alguna cambia de ruta y sale de los radares. A las 11:30 de la mañana comienzan a correr el rumor que después se confirma: el helicóptero se estrelló y fue hallado en un cerro del Ayaquemetl, en las inmediaciones de Amecameca, en el estado de Morelos. La noticia perturba a la sociedad mexicana. Se vuelve inevitable relacionar éste accidente con el que hace poco más de tres años le costó la vida a Juan Camilo Mourinho, el entonces también secretario de Gobernación. A estos incidentes, se suman otros percances de funcionarios del gobierno en accidentes en aéreos.

Cuesta pensar que todo fue obra casualidad. Que dos secretarios de Gobernación hayan muerto en situaciones similares, en el mismo mes y bajo un aura de misterio da mucho que pensar. Qué si el narco, qué si los intereses políticos, qué un mal mantenimiento de las aeronaves, que si el clima. Acá está mi versión. No pretendo confirmar nada, sólo contar la causa de ese accidente de un modo fantasioso pero, por qué no, posible.

A raíz de su lucha contra el gobierno, el narco busca dar golpes significativos, mostrar que si las autoridades les cierran el camino y merman sus fuerzas operativas, ellos también son capaces de dar golpes certeros. El crimen organizado se vale de una mafia que, a pesar de los esfuerzos por depurar las esferas del poder, siguen impregnadas en una bien estructurada red de corrupción. Una de las formas de infiltrarse es la amenaza.

Imagino que algunos de los tripulantes de ese helicóptero días antes comenzó a recibir amenazas. De algún modo se sintió cercado. Pensemos. Qué sucedería si uno de nosotros es intimidado y se nos pide hacer algo a cambio de salvaguardar la vida de nuestros seres queridos. Qué tal si por semanas los familiares, cuentas bancarias o propiedades de quienes esa mañana abordaron el avión fueron monitoreados para saber dónde y cómo presionarlos. Bajo la primicia de "tu vida o la de tu familia" cualquiera se la pensaría.

El amenazado recibiría instrucciones precisas de cómo actuar una vez que se encontrarán en el aire. Quizá iría armado y nadie lo vería como algo raro (recordemos que en el helicóptero iba un escolta con permiso para portar armas de uso exclusivo del ejército). Una vez en el aire, en el momento indicado el tripulante infiltrado sacaría el arma, amagaría al resto de los pasajeros y obligaría al piloto a desviar el vuelo de rumbo. Después de horas de tensión, en un acto kamikaze daría la indicación de estrellar la nave en un punto hasta cierto punto desolado, así, los cuerpos de emergencia tardarían en llegar.

Lo anterior puede sonar fantasioso, pero recordemos que pensar en alguna falla en el helicóptero, o que esta fue provocada por algún tercero se antoja complicado. La nave tenía apenas unos días de haber sido sometido a revisión y siempre estuvo resguardado en los hangares militares.

Esta sólo fue una versión muy poco aproximada a lo que sucedió esa mañana. Todos tenemos nuestra historia de lo que pensamos ocurrió, esta fue la mía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chale chicharrin, que andas fumando. ya no te juntes tanto con la chuleta que te esta trastornando

Anónimo dijo...

Ja, chale