miércoles, 30 de noviembre de 2011

Soñé con Espinoza Paz



Hace un par de años en éste blog les conté sobre la facilidad que tengo para soñar varias cosas mientras duermo, y recordarlas al día siguiente. En ese post les mencioné algunos sueños, como por ejemplo cuando estuve en Hogwarts, o canté con Alex Ubago y Alejandro Sanz. No vamos muy lejos, la noche de anoche soñé que estaba en San Cristóbal de las Casas, y que dejaba olvidado ¡mi sanitario! en casa de una amiga. Sin embargo, el día de hoy les quiero confesar algo, hace unos días… soñé con Espinoza Paz.

Sí, el cantante y compositor de música de banda que ahora está de moda.

No fue nada sexual, ni se emocionen. Más bien fue como ver una película de acción y aventura. Pues bien, en mis sueños, me encontraba en una reunión de amigos en una especie de cafetería dedicada a la venta de CupCakes (el lugar de hecho existe, se llama CupCake Lovers y está cerca de la estación de Metrobús Patriotismo en el DF). Al poco tiempo acompañé a mi amigo Ángel Vázquez al exterior del local para que fumara un cigarro. En esas estábamos platicando cuando a lo lejos vimos acercarse a un hombre con pinta de ‘pocos amigos’. Una especie de Cholombiano que daba miedo nada más con verlo. Pausa a la narración. Si usted no sabe que es un cholombiano, de clic aquí. Quitamos la pausa y sigo mi narración. De repente que me dice Ángel…

- Ese que viene ahí, es de los Zetas.

No sé cómo, pero ambos sabíamos que el cholombiano narcotraficante se dirigía a la tiendita de los cupcakes. Una persona normal y sensata se hubiera ido corriendo sin dudarlo, pero nosotros hicimos lo contrario, entrar al cafecito para ver qué pasaba. Así lo hicimos. Una vez adentro, llegó el Zeta Cholombiano. Que ya no era uno, sino tres. Quién sabe en qué chingado momento se multiplicó. El caso es que los maleantes sacaron sus cuernos de chivo y empezaron a amenazar a todos los presentes. A mí no me dio miedo porque soy valiente. Después de unos minutos más de intimidación, los cholombianos zetas del narcotráfico decidieron secuestrar a un señor. Lo sacaron a empujones y lo subieron en una camioneta. Cuando giré la cabeza para ver la cara de mi amigo me llevé la sorpresa de que Ángel ya no era Ángel, sino que se había transformado en Espinoza Paz, el cantante. Den clic aquípara que vean una de sus canciones.

Los malos se escapaban con el secuestrado cuando le dije a mi amigo Ángel que ya no era Ángel sino Espinoza Paz.

- Hay que seguirlos.
- Sí, hay que rescatarlo.
Me contestó Espinoza Paz antes Ángel.

Entonces lo seguimos, pero no en auto, no en bicicleta, no en moto… sino corriendo. La persecución llegó hasta Avenida Viaducto. Mientras los malos iban en su camioneta por el asfalto, nosotros corríamos por las jardineras laterales. Ya casi los alcanzábamos cuando de repente me frené en seco y le pedí a Espino Paz que también lo hiciera y guardara silencio. A lo lejos sonaba "El próximo viernes", uno de los éxitos de Espinoza Paz.

-Ya oíste, están tocando tu canción. Dije.

Y Espinoza Paz que se conmueve y empieza a llorar porque ‘que orgullo que yo, que era un campesinito humilde pueda ahora llegar con mis canciones hasta los oídos del público, de verdad es un orgullo que me den la oportunidad de que con mis letras y música llegué hasta sus corazones’. Todavía balbuceo más cosas, pero con su llanto ya ni le entendí bien. Sólo recuerdo que mencionó a su abuelita. Fue tan conmovedor el momento que un montón de gente se acercó, nos rodeó y empezó a aplaudir.

- Bueno ya, vámonos que tenemos que luchar con los Zetas. Dije decidido.

Y sin decir una palabra más ni despedirnos de los presentes, nos echamos a correr. Tres segundos después ya habíamos alcanzado a los Zetas Cholombianos, que por cierto, ya no eran tres sino como 15, y además de ir en una camioneta iban en motos. Cuando estuvimos bien cerca del contingente de narcos, Espinoza Paz gritó ¡Saltemos! Y lo obedecí (no fuera a llorar otra vez). En la caída, cada uno iba pegándole en el aire a los zetas motociclistas. Incluso Espinoza Paz usó su sombrero como boomerang que lanzaba para tirar Zetas y regresaba a su poder.

Como Espinoza Paz y yo somos hombres de acción y aventura, además de que estamos ‘bien dados’, íbamos parados cada quien en una moto. Repito, parados en el asiento, hasta la fecha no encuentro cómo se manejaban solitas. Al estar a la altura de la camioneta saltamos hacia la única ventana que estaba abierta. No podíamos entrar y corríamos el riesgo de caer, pero los Zetas del interior de la narco-camioneta nos ayudaron para que pudiéramos abordar. Apenas en el interior comenzamos a golpearlos. Eran un montón, quién sabe cómo cabían tantos en un solo auto, pero aun así, había mucho espacio para pelear. Les ganamos bien rápido. Quitamos al conductor del volante y lo aventamos por la puerta, en el sueño nunca supe si se murió. Bueno, entonces nos dimos cuenta de que en el vehículo iban los rehenes, que ya no era uno, sino como 20.

Con nuestra nueva camioneta los llevamos de regreso a la cafetería de los cupcakes, donde las personas rescatadas, sus familiares y nuestros amigos hicieron una fiesta en nuestro honor. Y ya, desperté siendo una persona común y corriente. Ese tipo de cosas sueño a diario, y eso que ya no ceno tanto como antes.

“…y nos fuimos a pasear por el mundo, dejando atrás las tinieblas y el mal, soñando con reír y ser felices. Y contentos, por haber vencido a la muerte, aunque sólo sea por un momento”
- poema de Gloria Trevi recitado al final de la película Zapatos Viejos.

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