martes, 15 de mayo de 2012

Hasta siempre, querido Carlos Fuentes


El día se partió en dos a partir de la noticia que hoy llena los noticieros. En un principio no lo creí, incrédulo pensé que se trataba de una de tantas bromas similares y siniestras que recorren las redes sociales con más frecuencia de la que quisiéramos. Como si se tratara de un familiar o amigo cercano mi primera reacción fue negarlo. Con el paso de las horas va llegando la resignación.

Pero habrá que irse haciendo a la idea. Hoy murió el escritor Carlos Fuentes, y es inevitable que los amantes de la literatura sintamos profundamente la pérdida.

Y no, no pretendo vanagloriarme diciendo que leí todos sus libros y soy un experto en su obra, al contrario, confieso que descubrí tarde a Fuentes, que mi primer intento por adentrarme en su creación quizá no fue el más adecuado o el correcto para quien lo aborda inicialmente, pero sí el que me dejó en claro la grandeza y riqueza de sus letras. Así comencé las páginas de Terra Nostra, una novela ¿histórica? un tanto compleja y pesada, pero llena de simbolismos, imágenes literarias sublimes y una mexicanidad desbordante. Habré tenido unos 22 años.

Mis dos experiencias consecuentes con la literatura de Carlos Fuentes fueron Aura y La Región más Transparente, dos novelas cumbres de la literatura mexicana, y me atrevo a decir, pilares de la escritura mundial. Con Aura descubrí la intención y ritmo que se le puede dar a un texto cuando se emplea la segunda persona; con la Región más transparente asistí maravillado a la narración de toda la Ciudad de México en una sola novela, en donde nadie ni nada falta. Nadie como Fuentes para entender esta metrópoli con su melancolía y luminosidad, con su miseria y su glamur.

Ocasionalmente leía alguna de sus obras, siempre cautivado y sobre todo, intentando absorber las claves de ese estilo tan universal y versátil que manejaba. Fuentes, como pocos autores, solía arriesgar y buscar nuevas formas narrativas. A veces le salía, a veces no, pero esa forma de adaptar su escritura en función del texto siempre me pareció llamativa. Aunque escribía como un ciudadano del mundo, sus palabras nunca dejaban de estar impregnadas de México.

En el 2008, con motivo de su Homenaje Nacional tuve la oportunidad de asistir a varias ponencias sobre su obra, e inclusive a su conferencia magistral en el Auditorio Nacional el 24 de noviembre del 2008. Esa noche por primera vez vi a Carlos Fuentes y fue emocionante. Escuchar la fuerza de su voz, esa elocuencia envidiable al hablar y la claridad de sus ideas fue impactante.




Hace un año ofreció una firma de libros en la Librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo. Esa lluviosa tarde asistí a su encuentro junto con mi hermana, y tímidamente llevé sólo uno de sus libros. Al estar frente a él me sentí intimidado. Aquel hombre de 82 años lucía fuerte, elegante, culto. Las pocas palabras que crucé con él fueron meditadas y cuidadosamente expresadas, temía hacerlo enojar o decir algo fuera de lugar. No podía estar más equivocado, el maestro Fuentes en realidad fue amable y sencillo conmigo, escuchó atentamente lo que le dije e incluso accedió a tomarse una foto con nosotros.

Desde entonces guardé la satisfacción de haber conocido tres vertientes muy distintas de Fuentes. Ya lo conocía por medio de su obra, años después como orador y pensador, y esa tarde del 2011 lo traté unos minutos y conocí a un hombre accesible y educado. Su partida parecía impensable, lejanísima.

Cuando uno es niño nunca piensa que sus padres o familiares cercanos van a morir. De tan cotidianos y presentes que están en nuestras vidas, uno los piensa eternos, invencibles, inmunes al tiempo. Hasta que el destino nos juega una mala pasada y la confusión nos deja sumidos en una espesa melancolía.

Subo a mi cuarto y tomo mi ejemplar de La Región Transparente. Lo abro y en la primera página está la firma del Maestro Fuentes, así como el resto de sus letras que jamás se irán.

In Memoriam
Carlos Fuentes

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