jueves, 12 de julio de 2012

La Edad de la Punzada



En el 2007 leí una novela que hablaba del retrato de un niño consentido. Diferente a los de su edad. No le gustaban los deportes, ni jugar con sus demás compañeros. Odiaba la escuela, le tenía pánico al infierno, era enamoradizo y le gustaba cantar canciones de Raphael. Aquel pequeño se refugiaba en el jugo de sentarse a escribir y fugarse así de una realidad que le resultaba hostil y en la cual no encontraba lugar. Escribía para crearse un mundo más coherente, en el que quizá algún día la locura de aquellos años pudiera ser contada, y por lo tanto, tuviera sentido haber pasado una infancia así.

Aquella novela llevaba por título 'Éste que ves' y fue escrita por Xavier Velasco. Tuvieron que pasar 5 años para que pudiera leer la continuación de aquella historia que en el 2007 conquistó mi entendimiento.  Así llegó La Edad de la Punzada a mis manos, un libro que me por semanas me mantuvo enganchado y cuya lectura sólo pude hacerla con un vértigo emocional que podas veces he sentido.

Cada una de las novelas de Xavier (Diablo Guardián, Éste Que Ves y Puedo Explicarlo Todo) me han enganchado de alguna forma especial, pero nunca de una manera tan intima como con La Edad de la Punzada.  Y es que Xavier no sólo narra la historia de su historia, sino la de todo aquel que ha transitado (y sobrevivido como pudo) a los años en los que se es demasiado grande para ser un niño, pero demasiado chico para ser adulto.

La Edad de la Punzada comienza cuando el protagonista de la historia es presentado frente a todos los alumnos de secundaria como el peor estudiante no sólo de ese año, sino de toda la historia de la escuela. A partir de ahí, la vida de este personaje transcurre a una velocidad impresionante, en un continuo ir y venir en donde el lector sólo puede sujetarse bien a las palabras y dejarse llevar por la marea, esperando no estrellarse contra los recuerdos propios.

Y es que vaya que esta novela es una suerte de consuelo para todos aquellos que vivimos y recordamos esos años de forma intensa. Al menos a mí, me resultó imposible no encontrarme en cada página.

El personaje central de La Edad de la Punzada vive muchas vidas en una misma. Por un lado es el hijo único de un matrimonio que se desvive por darle todo, a pesar de no ser el mejor estudiante y tener serios problemas con la disciplina. Siempre se las arregla para conseguir lo que quiere: una moto, una guitarra eléctrica, un auto último modelo. El protagonista también sufre el desprecio de sus compañeros de clase y de los maestros, que hacen de su estancia en el  ‘instiputo’ (como él mismo le llama a su escuela) un infierno. Al mismo tiempo es aquel que forma una peculiar banda con sus amigos del vecindario, y vive un sinfín de aventuras que rayan entre la diversión y la imprudencia. A su vez es suele enamorarse con facilidad. Vive añorando la llegada del amor de su vida y no deja de pensar en mujeres ni un solo momento. Una y otra vez cree estar cerca de encontrar ese sentimiento tan profundamente anhelado, aquel que por desgracia la vida le empeña en ocultarle.

Así transcurren los primeros capítulos del libro, entre travesuras que rayan en el delito y amores que se guardan en silencio. Algunas veces divertidas, otras tristes, intensas, dolorosas y en muchas ocasiones divertidas, así transcurren las horas cuando uno decide adentrarse en esta historia que insisto, también es mía.

 Al igual que ocurrió con Éste que ves, encuentro muchos puntos similares entre mi vida y la del adolescente de la historia. También me callé varios amores. Asistía a fiestas con la muda esperanza de vivir mi propia película romántica y que la vida por fin me concediera eso que con tantas ganas deseaba. Yo también tuve que tragarme el coraje de ver al objeto de mi afecto irse con otro y tener que recoger una y otra vez los trozos de un corazón roto. A veces sentía que el mundo se me venía encima y la escuela (principalmente la secundaria) me resultó una pesadilla. Viví peleas a puñetazos de las que nunca salía bien librado, compartí esos años con unos padres que me daban todo en la medida de lo posible y un grupito de amigos en la calle en la que vivo.

Y sí, alguna vez también volé entre las nubes de una montaña. Y la vida también me sorprendió de una manera no muy agradable…

De forma gradual, la historia se va volviendo más oscura. Lo que en principio preocupaba al protagonista comienza a verse a la distancia como un juego de niños en comparación con lo que el futuro le depara. Una sacudida que cimbraría y cambiaría su vida y la de quienes le rodean. Y saben, yo también viví algo similar… de manera diferente al personaje de la novela, también sufrí la perdida de mi papá.

Y así podría enumerar mil y un momentos en los que mi vida fue escrita por Xavier. No sé si esto le pase a los demás lectores, después de todo, La Edad de la Punzada es ese terreno donde las personas vivimos con mayor fuerza. Cada triunfo o derrota se potencializa de tal forma que esos años se nos quedan tatuados en la piel.

La Edad de la Punzada habla de madurar con dolor, pero a la vez teniendo la esperanza de que la fuerza del monzón tarde o temprano cesara; también hay un fuerte tratado de la amistad, esa unión inquebrantable y tan sincera que nos permite soportar cualquier tempestad; el despertar sexual y el mundo de la cárcel igualmente son hábilmente plasmadas por un escritor que dejó el alma en este libro. Esa honestidad se nota en cada idea, en cada palabra.  

Además, hay otros personajes entrañables, comenzando por Tazi, Napu y el Gumas, tres perros inolvidables y fantásticos que están presentes a lo largo de la novela; Celita y su complicidad; Renata, la prostituta que más que una trabajadora sexual, representaba la oportunidad de vencer las ataduras que mantenían al niño unido con el hombre. Como dejar de lado a Frank, Harry, Alejo o a Fabio. Ni que decir de la mítica Ana G., una heroína que no sólo enamoró perdidamente al autor, sino a los lectores. Y claro, a Xavier papá, que a pesar de la tormenta supo mantenerse a flote y darle unas lecciones de vida impresionantes a su hijo.

Sin embargo, la novela se la lleva Alicia, madre del personaje protagónico y en honor a quien está escrito el libro. Esta mujer ocurrente, carismática, fuerte y entregada muchas veces carga con el universo de los acontecimientos narrados sobre su espalda, y lo hace de una forma brillante y heroica. Alicia es uno de esos personajes que jamás se olvidan, máxime cuando sabemos que esta mujer en realidad existió. No es posible terminar de leer el libro sin agarrarle un profundo cariño.

Partidos de Copa Davis, música de Bowie, accidentes de autos, exámenes, bombas caseras lanzadas desde una azotea, unas trabajadoras domesticas que despertaban bajas pasiones, un viaje en moto después de la misa dominical, guerras de escupitajos, una chamarra de cuero, gel para el pelo, el Tribilín, unos recortes de pornografía, un hueso en forma de palanca de velocidades, las luces del Estadio Azteca alejándose… y una pintura cuyo niño de la imagen se va difuminando cada vez más en una mentira dolorosa, en un engaño colorido.

Las últimas páginas son gloriosas. Se recorren con la vista mientras el pulso se acelera desmedidamente. Y al final, después de que uno se seca las lágrimas llega la sonrisa de añorar poder vivir tranquilo y como una persona más. El granizo termina y sale el sol, así es la vida.

Xavier, gracias por habernos regalado un fragmento de tu vida y haberlo narrado de esa forma.  


No dejen de leer este libro, si yo no los convencí, seguramente Xavier Velasco lo hará cuando vean esta entrevista que tuvo en el programa Conversando con Cristina Pacheco, y en donde habla de este maravilloso libro: 

2 comentarios:

Ale C. dijo...

Ya me has convencido, solo me falta el dinero y encontrarlo en alguna librería. Lo pondré en mi lista de "Pendientes por leer"

Un saludo ;)

gabriel revelo dijo...

Ale: No te arrepentirás :) Verás que te gustará. Abrazos.