sábado, 11 de agosto de 2012

El día que ganamos la medalla que siempre soñamos


‘Que hay imposibles que un día consigues, sin darte cuenta’

La historia de esta mañana comenzó a escribirse hace muchos años, tantos, que quien hoy escribe estas líneas aun no había nacido. La medalla de oro que hoy obtuvo la Selección Mexicana de Futbol ya se añoraba desde hace décadas.

Pertenezco a una generación que sí ha visto ganar a su equipo nacional. A diferencia de los contemporáneos de mi papá, y de quienes los precedieron, he sido testigo de como la Selección Mexicana ha dado partidos memorables, le juega de tú a tú a las grandes potencias futbolísticas,  se ha quitado los fantasmas de la cabeza, logrando así ganar.

Cuando era niño, después de la derrota de México ante Noruega, en el Mundial ’94, al verme triste mi papá me dijo que 'desafortunadamente así son las cosas cuando juega México’. Ese discurso no me lo creí. No lo hice yo, ni quienes en ese momento quisimos empezar a creer que algún día nuestro deporte favorito viviría épocas de gloria. Días históricos.

Y así, poco a poco las cosas fueron cambiando. Ante los ojos de todos, una nueva estirpe de mexicanos nos han demostrado que se puede ganar. Así se llegó a dos finales de Copa América, se ganó la Copa Confederaciones de 1999, se conquistaron dos Campeonatos Mundiales Sub-17 y esta mañana, por primera vez en la historia se ganó una medalla en futbol olímpico. 

Una final en el mítico estadio de Wembley ante Brasil. Ahí estaba el corazón ce millones de mexicanos que este día se levantaron temprano para ser testigos de uno de los encuentros más importantes en la historia de nuestra selección.

Así, con el corazón en la mano México dio un juego redondo y venció a Brasil 2-1, alzándose campeón olímpico por primera vez en su historia.

Los nervios y la ansiedad de los días anteriores se disiparon en cuanto comenzó el juego y Oribe Peralta marcó el 1-0 apenas a los 40 segundos de acción. Durante toda la primera mitad, México supo contener el futbol de los brasileños, neutralizando a sus grandes figuras y tomando cada vez más confianza dentro del terreno de juego.


Para la segunda parte Brasil salió en busca del gol. Una marea amarilla se vino en contra del arco de Jesús Corona. Hasta que Oribe Peralta anotó el segundo gol y entonces comenzó la fiesta. Y vinieron unos minutos de ensueño que ni siquiera la anotación de Hulk en los últimos minutos pudo opacar. Llegó así el silbatazo final.

Y México ganó el oro olímpico, acompañado en el podium por Brasil con la plata, y Corea del Sur, con el bronce.

Al momento de la premiación, mientras veía como la bandera mexicana subía a lo más alto del podium, y se entonaba el Himno Nacional me deshice emocionalmente. Quería llorar pero no pude, me temblaban las manos y sentía que mi cuerpo se partía en mil cachitos. Luis Fernando Tena lloraba, miles hacían lo mismo. 

Por cuestiones de trabajo tuve que estar al pendiente del juego y escribir una nota sobre el partido. Parte de este post recoge algunas ideas de ese texto. A pesar de tener que estar escribiendo y subiendo escritos mientras todos celebraban, igualmente disfruté muchísimo lo sucedido.

¡Qué más da, somos campeones olímpicos! Lo demás poco importa…

Hoy vivimos un momento histórico. Una historia que emocionados contaremos una y otra vez a nuestros hijos y nietos. Toda nueva era debe tener un inicio, un momento que sirve como parteaguas para el futuro y que nos enseñe a creer en nosotros mismos. Despertamos. Fuimos consientes de que en una cancha de juego, basta el trabajo y la entrega para derribar cualquier estereotipo.

A partir de esta medalla, nunca más debemos volver a esos días obscuros en los que veíamos las proezas de lejos. Nunca más el hacernos menos ante nadie. Nunca más demeritarnos por ser mexicanos, al contrario, saber que por eso mismo ‘podemos’.

¡Felicidades México, hoy hiciste historia!


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