domingo, 16 de diciembre de 2012

Nada que ver



Tendrá unos siete años que escuché por primera vez a Jorge Dorantes alias 'El Llorch’ en un programa de radio. En ese entonces él colaboraba en el programa de radio “La Taquilla”. Confieso que me cayó bien desde el principio. Su estilo ingenioso y lleno de humor negro para decir las cosas, lo dotaban de esa habilidad de decir cualquier barbaridad y caer bien. Talento ansiado por muchos, pero que pocos poseen.

Después terminó su ciclo en dicho programa y le perdí la pista por años. Hace no mucho se reintegró como colaborador de la emisión radiofónica “Dispara Margot, Dispara”, donde volví a reencontrarme con sus mordaces comentarios que más de una tarde me hicieron botarme de la risa. Hace un par de meses, al aire le preguntaron por el nombre de su novela. Así me enteré que en el 2001 Jorge Dorantes había publicado “Nada que ver”.

“Si ese libro es tan ingenioso como su autor, debe ser una locura”, pensé.

Y lo fue. Aunque dar con esa novela no fue fácil. Pasé más de un año en su búsqueda. Preguntando por aquí y por allá sin que nadie me pudiera dar información fidedigna sobre el libro. Justo cuando ya me había hecho a la idea de que no lo leería, me topé con “Nada que ver” hace unas semanas en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en el stant de Editorial Era.

Y lo leí en tres días.

Sólo son 125 hojas, cantidad más que suficiente para que Dorantes me dejara muy en claro que es un gran escritor. Su mismo estilo al hablar en radio, se replica y muchas veces se magnifica, en cada párrafo. Perdí la cuenta de las veces que me retorcí a carcajadas, o de las ocasiones en las que de plano tuve que interrumpir mi lectura para decirme a mí mismo ‘este güey es un cabrón’.

La trama de la historia podría parecer simple: Rodrigo, un pesimista crónico temeroso de las vueltas del destino, semi enviciado a las drogas y al alcohol, felizmente casado y con 2 amantes atractivas y que lo tratan como rey. Alrededor de él gira un grupo de amigos treintañeros, todos con relaciones de pareja disfuncionales y dudas existenciales que a cualquiera que ande rondando el tercer piso le parecerán más que familiares.

La historia da un giro cuando Rodrigo se gana un fabuloso premio en un sorteo, cambiando de manera radical su estilo de vida y moviendo su zona de confort, situación que lo aterra y lo lleva un loco y vertiginoso desenlace.

Temer que la buena suerte que se posee de pronto se te revierta. Dudar de las verdaderas intenciones de todo lo afortunado que te pasa: Tal es el pensamiento que atormenta la mente del protagonista.

Altamente disfrutable, esta novela retrata como pocas un estilo literario muy mexicano que sin embargo ha sido poco explotado: el de las angustias de los adultos jóvenes clase medieros. Los personajes de este libro no viven en la pobreza, mucho menos en la opulencia, se alejan de los clásicos clichés del mexicano para adentrarnos en una narrativa más contemporánea y que por lo tanto, nos conquista por cercana.

Con tantas risas, reflexiones y detalles ingeniosos a lo largo de la novela, el lector termina con una franca y sincera sonrisa en los labios, y el corazón tatuado de una extraña mezcla de melancolía e incomodidad por la vida. Reír de la desgracia que en el otro es una tragedia, pero con el temor de que un día la mala fortuna revire en nosotros.

Aquí un extracto del libro:

- ¿Cómo has estado esta semana?
- No sé. Hay algo que me tiene un poco extraño.
- ¿Angustiado?
- Supongo. He estado pensando en cómo hacer una cosa es dejar de hacer muchas otras. Estar en un lugar implica no estar en otros cientos de miles de lugares. La vida es como un Tower Records gigante del que te dejan llevarte todo lo que puedas tomar en quince segundos; escoger algo es renunciar a millones de otras opciones. ¿Has pensado la enorme cantidad de cosas que dejas de hacer cuando te estás bañando? En cada decisión que uno toma viajan todas las que se abandonaron. Me angustia todo lo que no hago. Lo que nunca voy a hacer. Y como ninguna opción parece lo suficientemente valiosa para renunciar a las demás, prefiero no hacer nada.
- Lo que necesitas es un poco de estructura. Hacer algo. ¿Te has metido algo en estos días?
- Sí.
Ese día mi psiquiatra me hizo entender que para mí una vida sin drogas era como una vida de monasterio, como un chorizo naturista, un Pac-Man sin fantasmas ni pastillas.

Léanla, les prometo que pasarán un buen rato y les caerán varios veintes.

“Nada que ver” es publicado por Ediciones Era.

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